By RAQUEL VIDALES
09.10.2021 / https://elpais.com
¡Qué estimulantes son los trabajos de la compañía alemana Rimini Protokoll! Siempre distintos tanto en contenido como en forma, todos comparten sin embargo un rasgo común: te meten un montón de inquietudes nuevas en la cabeza. Pero no son reflexiones que se lancen al vuelo desde el escenario, sino que obligan al público a atravesarlas participando activamente en el espectáculo y eso se acaba convirtiendo en una aventura muchas veces alucinante. Por algo son el colectivo de referencia internacional cuando se habla de “teatro inmersivo” y nunca dan por cerrado lo que eso significa: cada vez es diferente.
En España han presentado muchas de sus obras. La más reciente fue la instalación interactiva Urban Nature este verano en Barcelona. Uncanny Valley (Festival Temporada Alta 2018)parecía una obra más convencional, con el público quieto en el patio de butacas, pero en el escenario no había actores sino un inquietante robot con apariencia humana. En 2019 montaron en Madrid Situation Rooms, un laberinto en el que cada espectador iba prestando su cuerpo a diferentes personajes relacionados con guerras (el directivo de una empresa armamentística, un niño soldado, un refugiado, un reportero) siguiendo unas instrucciones precisas por auriculares. Ese mismo año nos propusieron Remote Madrid, un paseo para redescubrir la ciudad.
Anoche la compañía presentó en Madrid su nueva creación, Conferencia de los ausentes, nacida de la preocupación por el cambio climático. En los últimos años, el debate sobre cómo frenarlo ha llegado al mundo del teatro personificado en figuras como el coreógrafo francés Jérôme Bel, que no hace giras ni viaja desde hace años para no emitir gases contaminantes. La obra no solo recoge esa inquietud, sino que ofrece una solución: los personajes no son interpretados por actores, sino por espectadores asistidos por auriculares. Una voz explica el mecanismo y va pidiendo voluntarios para cada una de las historias que se suceden. La fórmula está empezando a utilizarse en congresos científicos como alternativa a las videoconferencias tras el empacho de virtualidad provocado por la pandemia.
El montaje adopta la estructura de una conferencia científica, solo que sus ponentes no explican hallazgos sino sus historias personales, que redundan precisamente en el tema de la ausencia. Son personajes reales que han reconstruido su pasado de manera expresa para que lo pronuncie en su nombre otra persona sobre un escenario. Entre ellos: un hombre al que le duele la pierna que le fue amputada, un físico que describe el momento en que sufrió el ictus que lo dejó inmóvil y con un agujero negro en el cerebro, un judío que renegó de sus padres para no ser asesinado por los nazis, un estadounidense que ha fundado un movimiento para la extinción de la especie humana. Hay relatos más potentes que otros, pero la dramaturgia elaborada por la compañía hace que incluso los más flojos resulten interesantes.
En el ensayo general del jueves, los relatos de estas personas ausentes sonaban con una fuerza especial pronunciados por los espectadores que les prestaron sus cuerpos. Quizá porque al no conocer previamente las historias, las descubrían al mismo tiempo que quienes los escuchábamos desde el patio de butacas y con ello reforzaban su efecto. Y paradójicamente, también su verdad, a pesar de que el personaje “auténtico” no estaba allí. Lo dicho: siempre hay algo nuevo que descubrir (y sentir) en un espectáculo de Rimini Protokoll.