By Peter von Becker
24.11.2006 / Der Tagesspiegel
Ahí están, parados uno junto al otro, fumando, charlando, una astróloga, un jefe de policía, la dueña de una agencia de infidelidades y un ex soldado estadounidense que vio cómo su tropa, después de un par de masacres en Vietnam, asesinó a su propio comandante.
Es miércoles, anteayer por la tarde en el teatro HAU 2, el Hebbel am Ufer, de Berlín, el mismo edificio que alguna vez alojó al antiguo teatro Schaubühne am Halleschen Ufer. En el hall de entrada, rodeado de cables, trípodes, ceniceros, cafés, Dave Blalock -un veterano de Vietnam con sus rulos grises de hippie tardío- se quita los jeans para meterse en un uniforme de combate. Las puertas que dan a la sala están abiertas y en el escenario todavía desordenado se ven un afiche del partido cristianodemócrata, un anafe a gas, un tambor y dos bandejas de madera con las que se transportan ediciones de bolsillo de Wallenstein parte II, La Muerte de Wallenstein, de Schiller. Están filmando.
Ahora la cámara toma a Ralf Kirsten, actual vicejefe de policía de Weimar, degradado en tiempos de la República Democrática Alemana (RDA) porque se le atribuyó un affaire con una colega de la policía en la RDA. El señor Kirsten, un tipo gracioso, suelto, al que más bien se esperaría encontrar entre los directivos de una agencia de publicidad, muestra entre risas algunos de sus certificados de buena conducta originales de la RDA, que acaba de sacar de algún lado -un poco de teatro alrededor del teatro. Un extracto de cotidianidad, aquella que reúne en sí locura, aventura y lo más normal de la realidad: todo según el método creado por tres teatristas berlineses que actúan bajo el misterioso sello "Rimini Protokoll".
En el Hebbel de Berlín, donde el fin de semana los Rimini se presentan con su Wallenstein schilleriano pero inspirado en la vida de hoy, las cadenas de televisión ZDF/3sat co-producen una versión televisiva y un documental sobre la obra, que más tarde se prevé llevar también a una versión japonesa. A Peter Stein, que actualmente está trabajando en una versión de doce horas a partir del Wallenstein original de Schiller, todo eso le parece una "estupidez total". Pero sucede que Stein no vio la puesta de Rimini y al parecer considera el proyecto encargado por las ciudades de Schiller, Mannheim y Weimar, y sus respectivos teatros, una especie de competitivo emprendimiento difamador de clásicos. Un error. Porque en el caso del Wallenstein de Rimini se trata de algo muy diferente. De una nueva forma de hacer teatro.
Rimini es lo más candente, inteligentemente sorprendente, que la escena teatral internacional tiene para ofrecer en este momento. Y es por eso que sus creadores -Helgard Haug, Stefan Kaegi y Daniel Wetzel- no sólo reciben llamadas de grandes teatros alemanes, sino también de festivales, empresas e instituciones de todos los continentes. Sin embargo, no hacen alarde de eso los tres treintañeros, que hace diez años estudiaron en el famoso y controvertido Institut für Angewandte Theaterwissenschaft (Instituto de Ciencias del Teatro Aplicadas) de la Universidad de Gießen. Ahí donde cada mañana hasta el cartero llama a la puerta de la Postmodernidad.
Unir de alguna manera la vida y el arte es un viejo sueño. Por eso ya se ha puesto en escena Nachtasyl [Asilo nocturno] de Gorky con vagabundos verdaderos, o se ha puesto a actuar sobre el mismo escenario actores profesionales junto con discapacitados o presidiarios. Claro que tanto anhelo de una autenticidad sustituta roza con: el fin de todo teatro. Rimini, en cambio, propone un nuevo comienzo. Daniel Wetzel: "Trabajamos sin actores profesionales, pero no hacemos teatro de aficionados. Nuestros intérpretes siempre son personas que cuentan con experiencias particulares en el campo que tematizamos en una obra y que aportan su propia historia. No actúan roles."
Tanto es así que los intérpretes en Rimini se llaman: expertos de lo cotidiano. No por eso, sin embargo, actúan exclusivamente de ellos mismos. En ese caso no sería necesario el teatro, bastaría con encender el televisor. Con la transmisión de un debate parlamentario o un realityshow televisivo.
¿Pero entonces qué es lo que hacen? Haug/Kaegi/Wetzel, como autores y directores de un nuevo teatro documental que mama las poéticas de la realidad, desde luego recurren al posible (necesario) afán de autorepresentación de sus "expertos" reclutados en el día a día. Pero éstos, a pesar de sus interpretaciones individuales a menudo fantásticas, siguen siendo parte del ensamble y están envueltos en una historia creada en conjunto. La idea originaria corresponde a HKW (Haug/Kaegi/Wetzel), aunque últimamente Haug & Wetzel han estado cooperando más como una dupla, mientras que el suizo Stefan Kaegi ha estado inmerso en sus propios proyectos "Rimini". Y eso funciona así: "Tenemos, por ejemplo, el caso Wallenstein, tenemos el año de Schiller y los dos teatros nacionales de Mannheim y Weimar como comitentes", cuenta Helgard Haug, la dama en medio del dúo masculino, la joven madre de una compañía básicamente conformada por los tres artistas, tres notebooks, una secretaria y una diminuta oficina en el teatro Hebbel. "Entonces tomamos el texto de Schiller como materia de la obra y nos apuntamos los principales ejes o motivos: poder, guerra, revueltas e intrigas, amor, traición, astrología, etc.. Después buscamos personas en Mannheim y Weimar en cuya vida haya tenido un significado ejemplar alguno de estos motivos."
En este sentido, los directores hicieron que los elegidos les contaran sus historias y las entretejieron en una velada teatral en la que el espectador va descubriendo sólo paulatinamente, en forma inquietante, casi absurda, que todo lo extravagante, extraño, tragicómico que se escucha y se ve, deja transparentar el material de Schiller. Así, el antiguo jefe de camareros del hotel Elephant (hotel muy estimado por figuras que van de Goethe y Schiller a Hitler y Honecker), que en persona tuvo el honor de servir a Ceausescu, se encuentra con el antiguo candidato cristianodemócrata a la alcaldía de Mannheim, el Dr. Otto. Y el Dr. Otto, que hoy trabaja para una consultora de negocios internacional, es un fenómeno natural en términos actorales, una verdadera bomba: el Jack Nicholson del teatro alternativo. O de la alternativa teatral.
Como antaño Wallenstein, también Otto fue traicionado. Bombas de otro tipo, sin embargo, son las que ponen los ex-soldados alemanes y estadounidenses (Mannheim-Heidelberg fue un puesto de comando estadounidense), el jefe de policía de Weimar o las señoras Potter y Mischereit. Ellas están sentadas en el café del HAU. Esther Potter es vicepresidenta de la Asociación Alemana de Astrólogos y consejera psicológica y astral de personas que le han revelado minutos antes el momento exacto y el lugar de su nacimiento. Parece que también el general Wallenstein de Schiller había buscado esta clase de consejo, y la señora Potter que "para ser sincera, antes no conocía muy bien la obra", alaba la sensibilidad psicológica con la que Haug/Wetzel "se limitaron a hacer preguntas y a escuchar" durante la primera charla, la que tuvieron para conocerse y que duró varias horas.
Rita Mischereit estudió periodismo. Ahora maneja la empresa "Misch", una especie de "agencia de infidelidades" en la región del Rin y del Neckar que se publicita en diarios como Bild, FAZ y Frankfurter Rundschau, y que provee a hombres los números de teléfono de mujeres dispuestas a tener una aventura a cambio de 125 euros (para los lectores de Bild) o 150 euros (para los clientes de FAZ). Mischereit, cuyo hermano es médico y recién supo de la profesión exacta de su hermana a través del teatro (como ella nos cuenta sonriendo), actúa en Wallenstein en el papel de la alcahueta Condesa Terzky. El efecto sorpresa es que durante las funciones recibe llamadas reales a su celular, porque Rimini ha publicado anuncios de la agencia con indicaciones precisas sobre en qué horario llamar. (Nosotros sólo escuchamos las respuestas de Mischereit: "No, fotos no le enviamos, ¡la dama podría ser su vecina!").
Rimini Protokoll, cuyo nombre nació durante una noche de taberna entre tragos y sueños lúcidos, en otras puestas en escena nos conduce -en un camión remodelado, manejado por dos auténticos choferes búlgaros- por un viaje entre real y fílmico/virtual desde los Balcanes hasta Berlín (en Cargo Sofía). Nos conduce por un mundo de estaciones de la muerte y sepultureros (en Deadline) o hace que una mujer con un transplante de corazón se encuentre con un experto de la agencia de flirteos rápidos "Speedheart" (en Blaiberg und sweetheart 19). Hace poco, Rimini presentó en Düsseldorf, en una mezcla de casa de muñecas histórica e irónico prostíbulo, Karl Marx: Das Kapital, Band Eins [Karl Marx: El Capital, Tomo Uno]: allí, Thomas Kuczynski, el editor de Marx proveniente de Berlín Oriental, se encuentra entre otros con un ciego, lector de Marx y DJ, y con un ya envejecido activista del `68, fundador del KPDML (Partido Comunista Alemán / Marxistas -Leninistas), devenido en consultor de empresas en Berlín y Peking. A fines de enero Marx también llegará a Berlín mientras Haug/Wetzel ya investigan, entre líderes del mundo de los negocios y especialistas en acciones, el teatro de las asambleas de accionistas de sociedades anónimas. Mientras tanto, el colega Kaegi se encuentra en San Pablo donde, con ayuda del Instituto Goethe y de algunos psicólogos, intenta dar cuenta de las relaciones entre policías y criminales en una favela. Sobre el escenario de la supervivencia.