By IMMA FERNÁNDEZ
28.04.2008 / el Periodico
"Esta noche vosotros vais a ser nuestra carga", anuncian los dos camioneros (auténticos) búlgaros de Cargo Sofía-Barcelona a los espectadores que, sentados en gradas instaladas en un tráiler con un lateral acristalado, asisten al ingenioso montaje móvil de los suizos Rimini Protokoll. La genial creación, que firma Stefan Kaegi, es una muestra más de su peculiar manera de unir vida y arte; de poner en escena la realidad y experimentar a ver qué pasa. El viernes, una cuarentena de privilegiados hicieron el viaje entre real y fílmico-virtual desde los Balcanes hasta Barcelona. Atravesaron las fronteras de Serbia, Croacia, Italia... y conocieron la vida de los conductores y un pedazo de la Barcelona real que solo pisan los transportistas.
Programada dentro del ciclo Radicals Lliure, la singular experiencia --vivida como un documental-- inicia su ruta en Montjuïc, pero ya dentro del vehículo la ficción nos sitúa en la capital búlgara, de donde parte el camión. "Bienvenidos a Sofía. Estaremos siete días en la carretera y nos llevamos 20 kilos de latas y dos metros de salchichas porque la comida es muy cara fuera", cuentan.
A la ficción --con proyecciones que simulan su paso por media Europa-- se añade, en un muy trabajado encaje escénico, la visión real de una Barcelona insólita. Así, entre las subidas y bajadas del telón que separa filmación y realidad, el camión realiza un par de visitas didácticas, donde un experto recibe e instruye: la zona de carga y descarga portuaria --un vasto paisaje de grúas y contenedores que semeja un mecano gigante-- y Mercabarna.
En el trayecto, las conversaciones de los camioneros, traducidas in situ por una intérprete, derrochan humor y crítica social: hablan del trabajo, de la familia, de anécdotas en ruta (al entrar en Serbia sobornan al policía con cigarrillos y en Irán cambian Playboys por gasolina)... Y hay también un feroz ataque a la empresa de transportes Willi Betz, acusada de corrupción, estafas, sobornos...
El paseo de la insólita mercancía --"parecemos inmigrantes de lujo", dice uno-- deja boquiabiertos a conductores y transeúntes, pero las sorpresas son también para el público enlatado: las apariciones de una cantante, un lavado de camión y la charla de los chóferes, que tampoco tiene desperdicio. Un ejemplo, al llegar a la Barcelona real y pasar por la escultura Dona i ocell del Escorxador: "Veo a la izquierda una columna; no sé qué es. No entiendo de arte, no voy al teatro ni a los museos. Bueno, solo a los museos de fútbol. Conozco bien el arte de los futbolistas". Poco después, el camión descarga su mercancía a las puertas del Lliure. Y esta, encantada con el viaje, ovaciona a sus transportistas.