‘Remote Madrid’ es una experiencia teatral colectiva que arranca en el Cementerio Británico de Carabanchel
Von SERGIO C. FANJUL
13.03.2019 / EDICIONES EL PAÍS S.L.
El Cementerio Británico, en Carabanchel, respira lento en medio del ajetreo de la urbe. Aquí, en un ambiente decadente de novela gótica, descansan ciudadanos británicos o de otras confesiones, no católicos, que murieron en Madrid. Tiene algo de parque: entre el verde, los arbustos y los árboles lánguidos surgen las lápidas torcidas y llenas de historias. Hay un monumento a la familia Parish, fundadora del Circo Price, y tumbas de los Loewe, de los Boetticher, de los Lhardy, de los Tertsch.
Una voz te dice que camines por el cementerio hasta elegir una tumba individual. Que leas el nombre grabado en la lápida, la fecha de defunción, la edad del finado a la hora de morir. ¿Tienes ya esa edad? Que imagines su rostro y su vida, ya lejana, que reflexiones sobre la fugacidad de la vida. ¿Dejamos de existir definitivamente cuando ya nadie nos recuerda?
La voz que te habla desde los auriculares, femenina y algo robótica, simula a una Inteligencia Artificial, es parecida Siri, a Alexa o la voz del GPS, pero en realidad se trata del dispositivo creado por el colectivo de directores teatrales alemán Rimini Protokoll para guiar a un grupo de 40 personas por la ciudad dentro de su experiencia Remote Madrid, organizada por el centro cultural Conde Duque.
“Nuestro trabajo está entre el teatro documental y el teatro site specific[adaptado al lugar]”, explica Jörg Karrenbauer, creador de la pieza junto con Stefan Kaegi. “Primero hacemos una investigación documental y luego buscamos cómo adaptarla teatralmente de una forma novedosa”, continúa. “A veces trabajamos en el escenario, pero preferimos poner en escena a los protagonistas reales, a la gente de la que queremos hablar, antes que a los actores”.
El grupo abandona el cementerio y se sumerge en la ciudad, siempre guiado por la voz, que presume con frecuencia de no tener cuerpo: se autodenomina la “pastora” de este “rebaño” de humanos.
Es extraño caminar por las calles formando parte de un nutrido grupo de paseantes que hacen cosas raras para el asombro de los vecinos. Algunos de ellos preguntan qué demonios ocurre o piden oir lo que se escucha por los auriculares.
“Solemos ir por la ciudad con nuestros propios auriculares individuales”, dice Karrenbauer. “Queríamos hacer que fuera en un grupo de 40 personas, que te preguntases si quieres formar parte de ese grupo, qué influencia tienen los demás en ti, o si quieres seguir las órdenes de esa voz, si estás aburrido o cansado”, añade. En el futuro, opina el colectivo, la tecnología no tendrá botones, sino que funcionará mediante voces que nos hablarán. Será una tecnología charlatana.
Y sobre esta interacción humano-máquina, basada muchas veces en técnicas de Big Data, reflexiona esta pieza. “Las preguntas son: ¿quién nos habla? y ¿cómo somos de predecibles, tanto ciudadanos como participantes en esta performance?”, opina el director.
La experiencia también plantea otra forma de transitar la ciudad, utilizándola y mirándola de otra manera lejos de la habitual, normalmente adormecida por la rutina. Recuerda a ese hilo de las vanguardias históricas que utilizaba el caminar como otra forma de arte y de relación con la urbe: el paseo dadaísta, el deambular surrealista, las derivas psicogeográficas de los situacionistas que han sufrido un fuerte revival en los últimos años.
Remote X ya ha estado en capitales como Londres, París, Moscú, Buenos Aires, Nueva York y hasta 35 ciudades de todo el mundo. “Hemos encontrado muchas cosas especiales en Madrid, como el inicio en el Cementerio Británico; normalmente empezamos en cementerios o en parques normales, y esa contradicción con un lugar tan masivo y ajetreado como Callao, que no encontramos en todas las ciudades”, dice Karrenbauer.
Rimini Protokoll ha tenido otra pieza recientemente en la ciudad, dentro de losTeatros del Canal. Situations rooms era una instalación interactiva en la que el participante tomaba el papel de diferentes personajes.
Allí se planteaban temas como el mercado internacional de armas o las víctimas de las guerras. Una pieza de teatro inmersivo que se rozaba con lo periodístico y lo documental y que enfocaba la realidad desde varios puntos de vista.
Después de bailes espontáneos, caminatas hacia atrás y experiencias obreras o religiosas, el paseo acaba con una panorámica de la ciudad. Desde allá arriba, viendo Madrid como un todo y guiados por la voz y la música, se percibe la inmensa maquinaria de manera cinematográfica.
El hormiguero de hormigón, de acero y de cristal, esa chatarra que funciona con el concurso de miles y miles de piezas autónomas, de vidas individuales, que casi no son, no somos, nada. Al oeste el sol se pone tiñendo las nubes de rojo un día más.
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